David Trueba señala el triunfo de la superficialidad en su cinta


La penúltima jornada del Festival de Málaga acogió la presentación de Casi 40, el último largometraje de David Trueba en el que ha retratado el triunfo de la superficialidad frente a la autenticidad y la verdadera felicidad. A través de sus protagonistas -a quien dan vida los actores Lucía Jiménez y Fernando Ramallo- el director quiere sacudir a los espectadores para advertirles del error que cometen al vivir en una ficción continua, engullidos por la degradación del entramado económico, social y cultural.
Trueba ha manifestado que quiere abrir un debate necesario y desafiar al público a reflexionar, a que despierten y reconduzcan el rumbo de sus vidas. De esta forma ha recordado que cuando las personas viven en un mundo irreal, éste termina desmoronándose porque está sustentado por pilares de caramelo. Y cuándo todo se derrumba, llega la agonía y el desasosiego, ha sentenciado.
Con esta línea argumental como motor de arranque, Trueba ha sido capaz de retratar el abismo que supone acercarse a la edad crucial de los 40 y la responsabilidad que conlleva enfrentarte a una nueva década en la que empiezas a ser consciente de todo lo que te queda por cumplir en la vida, pero también se concibe como un tributo de amor a la cultura. Aporta una reflexión muy crítica sobre la desafección de la sociedad actual hacia todo lo cultural y la obsesión por el narcisismo a través de ejemplos muy empíricos como la adicción al gimnasio y el deseo de alcanzar el físico perfecto.
Para conseguir todo esto, Trueba ha añadido que en la cinta suele expresar temas trascendentales a través de pequeñas anécdotas. En este sentido, el cineasta ha insistido en que el guión realiza de una forma evidente la crítica social de algo que considera un síntoma preocupante, debido a la frivolización extrema del mundo que nos rodea. Se refiere a la obsesión por el aspecto externo en una realidad donde las apariencias importan más que las verdades. Cuando la pose para transmitir una imagen de falsa felicidad cobra más relevancia que centrarse en llevar una vida plena, quiere decir que ha llegado el momento de replantearnos todo. Trueba considera que esta tendencia está generando ansiedad y frustación y este estado es precisamente el que ha querido reflejar a través de la amargura que envuelve a sus personajes, pero con un trasfondo optimista y esperanzador.
A los protagonistas les acompañan Carolina África, Vito Sanz, quienes completan el reparto. Una modesta gira de conciertos vuelve a reunir a dos amigos de juventud. Ella, cantante de éxito, ya retirada de la escena. Él, que sobrevive como vendedor de productos cosméticos, pretende relanzar la carrera musical de quien fue su amor de adolescencia. Parece una escena cotidiana pero está plagada de mensajes íntimos, profundos y reveladores.
A través de toda esta lectura filosófica y existencialista, Trueba ha hecho hincapié en que quiere dejar claro que está en nuestra mano cambiar el rumbo de nuestras vidas, en ningún momento pretende aportar una visión pesimista sino todo lo contrario. Todavía estamos a tiempo de despertar al igual que sus personajes.
Por último, ha admitido que lo que empezó con la sensación de que quizás les hacía un favor a los actores por volverlos a reactivar en el mundo del cine, terminó por llevarle a darse cuenta de que el favor se lo estaban haciendo ellos a él. Uno se mueve por intuiciones y a medida que avanza el rodaje te das cuenta de que todo encaja. La película se explica en sí misma gracias a ellos, a los actores, ha concluido el cineasta. Por esta razón ha contado con Lucía Jiménez y Fernando Ramallo 22 años después de su primer largometraje, ‘La buena vida’.

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