Ballús realiza una mirada a los despropósitos del turismo

Javier Cuenca

Neus Ballús (guionista con Pau Subirós y director de ‘El viaje de Marta’) se sirve del buen entente actoral entre Elena Andrada y Sergi López -acompañados por Ian Samsó, Madeleine C. Ndong, Diomaye Augustin Ngom- para adentrarse sin histrionismo ni de manera dogmática en una realidad al menos cuestionable que ofrece a la humanidad un poco edificable espectáculo: el turismo. Afortunadamente lo hace a través con un instrumento que la inteligencia usa para rescatar esa propia crítica de la incomodidad que supone desnudar lo establecido colectivamente, como es la ironía.

Los personajes de Ballús descubren ese despropósito avasallador que lo ‘turístico’ aplica a todo cuanto se encuentra a su paso, y que está salvaguardado por el sacrosanto dogma del ‘mercado’. Una realidad que es tanto más vulnerable en países cuyos recurso apenas pertenecen a su moradores, y que su status post-colonial se ha quedado grabada a ‘sangre y fuego’ a través de una desigualdad impuesta de antemano por el propio colonialismo.

Ahora, en el mundo de la opulencia y la hiper información, los resort (esa especie de mundo al margen de su ubicación geográfica y social, para solaz de una clase media que le molesta tener escrúpulos sobre cuanto le rodea si no puede ser fotografiado sin peligro) se convierten en destino atractivo para las mujeres y hombres ‘cansados de estar cansados’ y que, a poco que abriesen los ojos, descubrirán que el sistema opulento de donde vienen sigue explotando a esos otros países más débiles económicamente en el índice bursátil, abocados a esas desigualdades que produce su llamado ‘primer mundo’.

No obstante, la cinta de Ballús se mueve, también, por la trama interior de esos personajes. La barbarie turística que hay de fondo no pueden por menos que superar paralelamente las contradicciones humanas del propio turismo que la consume y produce y practica. Su efecto en los personajes de la cinta es sólo el escaparate de la complejidad de unas relaciones mal desarrolladas.

Ballús consigue que su actores hagan un doble recorrido entre ambas realidades. Avasalladas, tal vez, por la necesidad de que los propios protagonistas -a través del encuentro en lo exterior y en lo interior que proporciona el hecho del propio viaje- se den respuestas.

Sobre el propio escenario y situación de la trama de la cinta, en una entrevista realzada al director decía que “nuestras experiencias turísticas están totalmente construidas por las imágenes que tomamos todo el tiempo”. Casi como seres ajenos y mediatizados por aquello que queremos encontrar para satisfacer nuestros vacíos nos creemos la realidad: pero la realidad es otra cosa.

Una película -calificada como drama- (coproducción España-Francia) bien hilvanada, que cruza perspectivas y realidades distintas: las de los que operan con y para lo turístico y las de quienes se ven afectados por esta dinámica. Todo macerado con una historia íntima paterno filial que, como todas ellas, tiene una compleja lista de desencuentros.

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