Javier Cuenca
‘El vendedor de sueños’ (O Vendedor de Sonhos), de Jayme Monjardim, es una cinta basada en la novela homónima de Augusto Cury -quien ayudó a L.G. Bayão y L.G. Tubaldini Jr. con las labores del guión- que mezcla una especie de crítica a lo vertiginoso e inhumano de la sociedad actual con la presunta necesidad de la llegada de una especie de ‘mesías’ surgido de la catástrofe de esa misma vida social.
Pretenciosa pero simple, la narración fílmica no da para mucho más que una especie de apuesta por la llegada de un mesías, casi al borde del proselitismo religioso.
Con Sao Paulo de fondo, y un buen trabajo fotográfico que Nonato Estrela aporta para soportar la tediosa y repetitiva historia de salvadores, a Monjardim se le ha olvidado que uno de los trabajos importantes para contar un cuento es su narrador, esto es: dirigir a los actores que interpretan dicho cuento para que no se pierdan en estáticos planos de sonrisa plastificada, mirada perdida y difícilmente creíbles, como ocurre en este caso.
En esta situación, toda la crítica al éxito desaforado o a la necesidad de apóstoles -más o menos extravagantes- que pudiera generar el sistema y que aparecen en el texto de Cury, se pierde en una propuesta escénica aburrida, definitivamente insulsa, con un rango de religiosidad sectaria que parece envolver a la mística de lo brasileño.
De esta manera, el drama no alcanza su zenit. Repite sistemáticamente tópicos salpicados en una trama típica y poco atractiva, sin alternativas personales que hagan de ‘El vendedor de sueños’ una película especialmente destacable, a pesar de la nominación al Grande Prêmio do Cinema Brasileiro for Best Soundtrack, que se llevaría finalmente ‘Paraíso perdido’ de Zeca Baleiro.
En definitiva, una cinta de ‘predicadores’ (o protagonistas llamados a serlo) que se mueve en una narración sin sorpresas relevantes y un desarrollo actoral plano y poco verosímil.