ERE contra la prensa

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Cuatro días antes de las pasadas elecciones generales, El País publicaba, una hora después de la agresión sufrida por Mariano Rajoy en Pontevedra, lo siguiente:
«Fuentes policiales han asegurado que el agresor está vinculado con las Mareas, las candidaturas vinculadas a Podemos en Galicia».
En posteriores revisiones de la información, el periodista iba matizando y las fuentes policiales pasaban de asegurar a no haber «precisado el grado de relación» ni «aportado ningún dato sobre su presunta vinculación».
La autoría de la aseveración inicial se iba también diluyendo revisión a revisión, pasando a ser «fuentes policiales no identificadas» y acabando en una última versión en «fuentes policiales que pidieron el anonimato».
Al final, por la rapidez en la publicación y las posteriores rectificaciones, todo apuntaba a que el periodista había trasladado a la portada del diario más leído en castellano lo que le dijo un policía en el momento de la agresión. ¿Qué lleva a un periodista a jugarse su credibilidad publicando algo que evidentemente no tenía contrastado?
Ayer Pablo Iglesias explicaba que una de las posibles razones, según le había contado un periodista de El Mundo al que se podría haber ahorrado mencionar, es que los periodistas necesitan ajustarse a la línea editorial de su medio para poder conseguir estar en portada y así poder prosperar en el periódico.
Con total seguridad, la noticia del puñetazo a Rajoy hubiese acabado ahí pero quizás esto explica la urgencia por encontrar argumentos que refuercen la idea que defienden actualmente la inmensa mayoría de los medios: Podemos es lo que quieren para España Maduro, Ahmadineyad y ETA.
De todas las razones que uno puede pensar que están detrás de la evidente inquina generalizada del gremio hacia Podemos, la alimenticia es sin duda la que menos reproches debería generar. Todos hemos tenido que hacer curros de mierda y tragar con jefes gilipollas. No mandamos lo suficiente en nuestra hambre por ahora, es lo que hay.
Que haya sido este momento el elegido por la profesión para hacer un plante a un político es probablemente también una muestra de ello. De hecho, el plante en sí mismo se convierte en una noticia de las que refuerzan el ataque sistemático contra Podemos en los medios para los que trabajan. Vamos, que sus jefes están dando palmas con las orejas.
Hubiese sido más complicado levantarse cuando Esperanza Aguirre se refirió tres veces en una rueda de prensa a La Sexta como «la secta» y llamó a sus periodistas «mamporreros» o negarse a entrar en aquellas célebres ruedas de prensa de Mariano Rajoy a través de una pantalla de plasma. En la empresa, este enfrentamiento no hubiese hecho tanta gracia.
Hace un par de semanas, con mucho menos revuelo y sin grandes muestras de indignación corporativa, se multaba por primera vez a un periodista en aplicación de la Ley Mordaza, por realizar su trabajo.
Ahora, los autores de dicha ley se solidarizan con los periodistas en defensa de la libertad de información y en periódicos como El Mundo incluyen testimonios tan autorizados como éste:
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Mientras tanto, ayer mismo Unidad Editorial anunciaba un tercer ERE en el que despedirá a 224 trabajadores. 185 de ellos serán periodistas de alguna de sus cabeceras, entre las que se encuentra El Mundo.
Más periodistas al paro, más competencia por el puesto, más becas y menos desviarse de lo que diga la dirección que hace mucho frío ahí fuera.
La libertad de información, por si no tuviese suficiente con los deseos de su accionariado y el miedo a perder los privilegios de quienes están bien situados, no encuentra esta (otra) vez a tantos que la defiendan.

J. Garín/diagonalperiodico.net

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