La cinta de Víctor Moreno, ‘La ciudad oculta’, no es de sencilla calificación ni tampoco una obra fácil de ver para un público cómodo que pretenda no participar en lo que le está proponiendo la pantalla. Este trabajo exige de la imaginación del interlocutor una lectura individualizada de lo que está sucediendo, y lo plantea desde un universo que normalmente intuimos pero que no nos atrevemos a visitar: los bajos de la ciudad moderna, sus ámbitos y sus seres casi imaginarios.
“Es una película experimental, una invitación a asomarnos a un túnel oscuro y descubrir nuestro propio abismo por mucho que nos engañemos en vivir bajo bóvedas de acero y hormigón” dice el propio realizador de su obra.
Soportado por un exquisito trabajo fotográfico de José Alayón (que le valió el premio a la Mejor Fotografía en el SEFF de Sevilla de 2018) y la envolvente e inquietante musicalidad que aportan Juan Carlos Blanca y Asmus Teitchens, ‘La ciudad oculta’ se deja llevar por la plástica más ambiciosa, situando los ojos del espectador tras una constante propuesta expresionista que le incita a no acomodarse en la butaca.
La obra que presenta Moreno -que estará en las salas a partir del 31 de mayo- no es, por lo tanto, una película ni un documental ‘ad hoc’. Es su particular experiencia en la visita que al subsuelo de la urbe hace y que traslada con un color que se torna en blanco y negro insoslayable a la pantalla, y con una cámara que no puede abandonar la subjetividad presentando universos que pueden parecer del imaginario del Kubrick de ‘2001, una odisea en el espacio’ (los atuendos de los trabajadores de ese subsuelo, la musicalidad de sus respiraciones o la iluminación de los túneles que se antojan espaciales) o, en algunos casos, la vertiginosidad de ‘Koyaanisqatsi’ de Godfrey Reggio; todo da para la imaginación y los recursos del espectador.
“A partir de este viaje por nuestro propio mundo, que no deja de ser el inconsciente de una gran ciudad, la película fue adoptando la forma de una sinfonía urbana’ anota la dirección de esta cinta como referente. Un trabajo, por lo tanto, inquietante pero original poco apto para quienes no quieran dejarse invadir por el onírico espacio de la penumbra.