Rupert Everett, que hace el guión, dirige y protagoniza la cinta ‘The Happy Prince’ (‘La importancia de llamarse Oscar Wilde’ como en español se ha querido traducir en pro de la evidencia y para desuso de la imaginación), hace de sí un Oscar Wilde que se mueve en la decadencia de su propia vida. Desde luego actoralmente sin reproche alguno, ya que Everett dota al personaje de ritmo y profundidad y hace de su actuación lo más destacado de la película.
No obstante, esta realización británica tiene una especial tendencia a tornarse oscura, quizás como parte de la trama, pero que hace deslucida la dirección fotográfica de John Conroy y se acomoda en las partes menos desarrolladas de un guión un tanto ‘plano’, que parece solamente añorar su esencia como biopic. Pero, como decíamos el principio, queda salvada por el intenso cariño que Everett pone en un personaje tan carismático como el escritor ingles, abordando de soslayo una crítica a una sociedad hipócrita que deshecha al hombre pero adora al creador.
En la película de Everett (radicalmente suya) se cruzan con acierto los personajes que alimentaron las sombras y las luces de Wilde, y se pone especial énfasis en su tendencia a los excesos en un momento -al final de sus días- en que se iba muriendo su rededor, sus personas queridas y su físico. En este sentido, el cineasta británico sí deja patente la dureza con la que le castigaría una sociedad que a su muerte alabaría su trabajo literario. Su exilio en Francia e Italia, sus recuerdos inmediatos de la prisión a la que se vio abocado por amar de manera diferente y jurídicamente equivocada para la época.
‘The Happy Prince’ es una película donde la ternura se acomoda en la decadencia y hace de Oscar Wilde héroe y villano de la historia, que se asemeja a la realidad sufrida en la última etapa de la vida del escritor, y donde Rupert Everett realiza una total inmersión con un resultado dramático mucho más que destacable.