Música bajo la inspiración de Haring y Burroughs

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Apocalypse fue el fruto de la colaboración entre el pintor americano Keith Haring y el escritor William Burroughs en 1988. En 2004 se presentó el trabajo que musitaba y creaba atmósferas sonoras a esos textos con motivo de la exposición que traía la obra de ambos artistas a España. Un trabajo editado por Subterfuge y que se presentó en lugares como el CCCB de Barcelona, La Casa Encendida de Madrid, El Domius Artium de Salamanca o el Teatro Lope de Vega de Sevilla.
Con motivo de la muestra sobre Burroughs comisariada por Thurston Moore (Sonic Youth) y Eva Prinz que se celebra en La Térmica, los creadores de aquella banda sonora realizarán para esta ocasión una nueva versión más orgánica y menos electrónica de algunos de sus pasajes. Actitud, pose, fuerza y teatralidad eran algunos de los adjetivos que definían la puesta en escena de un set compuesto por miembros de bandas como Maine o Alondra Galopa. En palabras de Joan Lagarriga en 2004, «lo más importante son las emociones que irradian y hacen que te quedes paralizado en la silla, impregnado de ese particular virus llamado Apocalypse, su visión del Juicio Final de ese visionario llamado Burroughs».
Si en 2004 la coalición Apocalypse estaba formada por Juan Salinas (Maine, Alondra Galopa, Varaverde), Francis Martín (Cecilia Ann, Monna Lisa), Alejandro Martín (Maine, Varaverde), Cristina Moreu y Paco Moto (Gas Drummers), para esta ocasión Juan Salinas y Alejandro Martín se unen a Fernando Sarria, de Maine, y Alvaro Parada, de los malagueños Kermit.
Apocalypse supone una inmersión en la autoconciencia musical, aunando la exploración de nuevas sensibilidades con el apego a las canciones como misteriosas suministradoras de magia y revelación. Una entidad que funciona por si misma estructurándose como una obra compleja que bucea en las posibilidades que estilos como el postrock, el emocore o incluso el trip hop para emerger con una propuesta cuidada y precisa, nada habitual por estos pagos, una propuesta que merece una atención concreta como experiencia sonora, alejada de postracismos artificiales y deudas contraídas con la propia ortodoxia de la inercia mas estulta.

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