El documental que presenta Kat Mansoor sobre Rembrandt, y que A Contracorriente Films estrenó en los cines por tiempo limitado el lunes 1 de julio, es un trabajo que quiere adentrase en la magna exposición en la que colaboran la National Gallery de Londres y el Rijksmuseum de Ámsterdam. Todo un despliegue de recursos gráficos y de eruditos que perfilan el carácter, al menos de los últimos años, del gran pintor barroco de los Países Bajos.
La cinta, académicamente irreprochable, también sirve para vislumbrar de alguna manera el carácter de un hombre que se acercaba al ser humano a través de su retrato, conformado sin fisuras y con toda la crudeza humana que Rembrandt posaba sobre ellos, unos lienzos más cercanos a las plazas de los pueblos que al boato palaciego y donde el pintor hace gala de una absoluta honestidad y de un dominio plástico donde la luz es la compañera fundamental del trazo.
Efectivamente, el éxito le llegaría como retratista de los ricos comerciantes de una tierra que acababa de independizarse del ‘sable’ español que supuso los Tercios de Flandes, y que tomó el arte como un signo de diferenciación para una tierra que se estaba convirtiendo en la capital económica del mundo a través de sus puertos.
‘Rembrandt’ de Mansoon se sumerge, a través de las obras de la referida exposición, en la historia de un hombre que supo ver en la pintura una pieza importante de la propia filosofía de su pueblo y de sus gentes. Que empatizó con sus coetáneos y con ese mundo floreciente para convertirse, prácticamente, en una leyenda que, al final, la propia dinámica del éxito casi consigue sustituir con el advenimiento de nuevas propuestas estilísticas, pero Rembrandt ya se había convertido en leyenda.
El trabajo de Mansoor, al margen de lo puramente pictórico, refleja la propia ideosincrasia del maestro barroco, de su lucha por no apartarse de una realidad que no tiene limites, y que hace de él un testigo inmejorable de su época.